sábado, 19 de diciembre de 2009

Historia de Alacón

Datos obtenidos de las fuentes relacionadas al final



ALACÓN


ALACÓN: ARTE RUPESTRE Y BODEGAS


Un recorrido emocional por los paisajes de la infancia

Decía Freud, hace ya muchos años, que todo hombre es su infancia. Y, en alguna medida, no le faltaba razón. Hoy sabemos que estudios recientes de distintas disciplinas, tales como la Psicología, la Pedagogía o las Neurociencias, matizan en gran medida aquella afirmación. El ser humano viene al mundo con unas predisposiciones genéticas que confrontadas con el medio en el que se desenvuelve, especialmente el social, originan un individuo con una capacidad de adaptación portentosa.

Los intercambios de los primeros años con ese medio le empujan en una dirección determinada que, unida con las características de su propio temperamento, conforman una manera peculiar de pensar, de sentir y de actuar en el mundo. La plasticidad cerebral del ser humano que crece irá tejiendo redes neuronales no sólo capaces de aprender de la experiencia sino, sobre todo, dotadas de la posibilidad de anticipar lo porvenir. La predicción es la función primordial del cerebro y la que constituye la conciencia y nunca tiene fin. Podemos seguir esculpiendo nuestro cerebro desde la infancia hasta la vejez, si bien en grados distintos y con acciones diferenciadas.

ALGUNOS DATOS PARA SU UBICACiÓN

Alacón, topónimo preindoeuropeo, sen se cita en la Historia de Aragón de D. Antonio Ubieto (1984), se alza en lo alto de un cerro, a 702 metros de altitud, con las casas mirando al sur, protegidas por la ladera de una particular colina, casi mágica para los alaconeros, de la que después hablaremos. Dista 118 kilómetros de la capital de la provincia y el desplazarse hasta allí, hasta hace bien pocos años, suponía efectuar un viaje casi eterno. Recordamos todavía el autos que salía desde Muniesa, el Rosendo se llamaba (era el nombre del que lo conducía), y recorría la carretera de Baños de Segura, pasando luego por el puerto Mínguez, después por Pancrudo hasta llegar a Teruel. En algunas cuestas de ese puerto casi teníamos que bajar para aligerar la carga y hablábamos con los que iban a vender sus gallinas o sus conejos a la feria del pueblo de arriba. Prácticamente se pasaba el día hasta que llegábamos a la capital. Hoy el viaje es más rápido y las carreteras han cambiado mucho.

El término municipal de Alacón ocupa una superficie de 48 kilómetros cuadrados y linda con los de Ariño, Muniesa y OIiete. La mayor parte se dedica a cultivos extensivos de secano (cereales), con una huerta escasa que se riega a añadas con el agua de la balsa de San Miguel y de algunos manantiales del Barranco de La Muela.

La evolución de la población ha seguido procesos parecidos a los pueblos cercanos y resultan muy llamativos. Decía Madoz en su Diccionario, hacia mitad del siglo XIX, que en Alacón había 150 casas, 143 vecinos y 574 almas. La evolución en el siglo XX fluctúa desde los 894 habitantes en 1900, pasando por los 1.001 en 1930 y los 1.038 en 1950 (el número máximo), hasta los 483 en 1991 y los 428 inscritos en el Padrón Municipal a 1 de enero de 2004, según el Instituto Aragonés de Estadística (lAEST).

Un vistazo a la pirámide de población estremece y hace pensar, inmediatamente, en un futuro incierto. La evolución del censo de población entre el año 1900 y el 2001 traza una línea descendente y la evolución demográfica por sexo, de igual manera. En el censo del año 2001, el 10% de las personas tenían entre 60 y 64 años; más del 20% de los habitantes entre 65 y 69 años, y el 25% entre 70 y 74 años. Es decir, que casi el 60% de la población está jubila- da o próxima a la jubilación. Los nacimientos son una excepción y los jóvenes prefieren un sueldo básico en Zaragoza antes que continuar el negocio o la actividad de los padres. No hay pueblo que resista con estos porcentajes. Si la situación no se remedia, una infinita tristeza recorrerá la huerta y el secano de nuestro pueblo.

Quizás se puede albergar la esperanza de que personas de otras latitudes se instalen en Alacón, con las dificultades que eso conlleva, y contribuyan a que el pueblo perviva más allá de lo que los datos anteriores anuncian. Pero una atenta mirada a los movimientos migratorios cercena la esperanza. Según datos del mismo IAEST, en el período comprendido entre los años 1991 y 2004 se han producido los siguientes movimientos: han llegado al pueblo 112 personas y se han marchado del pueblo 136 personas, con lo que el saldo migratorio del conjunto de estos años arroja un saldo negativo de 24 personas menos.

Datos desalentadores. Y es que Alacón es uno de tantos pueblos de interior a los que no se suele llegar por casualidad. Por este rincón del mundo no pasan las carreteras, acaban en él. Quizás este hecho ha contribuido a que nuestro pueblo estuviera un poco más aislado que los de alrededor. Cuentan nuestros padres que después de la guerra había que ir a esperar el correo al casetón emplazado en el empalme con la carretera de Muniesa, a casi dos kilómetros del pueblo. La llegada del correo, en nuestra infancia, era todo un acontecimiento. Todavía aparece en la memoria el tio Juanico -se llamaba Juan, pero como era pequeño le decían Juanico, con su cartera de piel sobada y sus ojos saltones-, que hacía de revisor y de mozo de carga, siempre de abajo para arriba con los bultos y maletas, para depositarios en el techo de aquel autobús con el motor delante, en el que había un cartel que rezaba: "No molestar al conductor. Prohibido escupir".

Quizás por este aislamiento, cuando uno bucea en la Historia, Alacón parece evaporarse, las referencias son escasísimas y el territorio acaba por mitificarse.

PEQUEÑO RECORRIDO CULTURAL

El casco urbano de Alacón, más amplio de lo que cabría suponer, hace ver que hubo tiempos con más gente, tal como hemos señalado anteriormente. Lo positivo es que se conserva bien. Las casas, excepto las más recientes, están todas ellas levantadas con losa del país, aunque ésta suele permanecer oculta bajo un rebozo de argamasa de cala de mortero. Se trata de una losa caliza, que actualmente se extrae y viaja por toda España (nosotros la hemos encontrado en el parque faunístico de Cabárceno, en Santander, lista para construir parte de la cerca de los canguros).

Más que paradigmáticos ejemplos de arquitectura tradicional, Alacón tiene un urbanismo sugerente, con calles adaptadas a curvas de nivel cortadas por otras que se empinan directamente hacia arriba. No es un urbanismo medieval, pero tiene algo de laberíntico, con un montón de rincones y replacetas (repatines), sin los que las noches de verano no serían lo mismo. La parte alta se conoce como el barrio de la Villa, el núcleo más viejo; el resto conforma el de la Plana. Entre ambos, el límite más visible lo constituye un portal de piedra sillar, el único conservado de los que daban acceso al antiguo recinto urbano. Se trata de El Arco, austero en nombre y en formas, construido seguramente en el siglo XVI y marco perfecto para divisar la ruinosa ermita de San Blas, hacia el oeste. Junto a él se encuentran el viejo horno de pan comunitario -hoy, sede del Parque Cultural del Río Martín-, el Ayuntamiento y el Centro de Interpretación de Paleontología Francisco Andreu, que lleva el nombre de uno de los últimos alcaldes, ya fallecido.

La iglesia corona el caserío. Aparece como una mole dieciochesca, de un barroco desornamentado, en el que predomina el ladrillo sobre la piedra. Frente a ella está la Plaza Alta, la única sombreada en el pueblo gracias a un par de acacias. Fue frontón y salón de baile para las fiestas, antes de construirse el actual polideportivo. Detrás de la iglesia está El Castillo, un solar sobre el estrato rocoso que mira hacia el norte, convertido en un excepcional mirador. Si alguna vez hubo una fortaleza, sólo ha quedado el topónimo. Lo interesante del sitio lo constituye el paisaje que se ofrece a la vista, sedante y gradual: en primer término, las eras, mucho menos viejas de lo que parecen; tras ellas, la huerta se despliega en un mosaico de pequeños campos, como atendiendo a algún orden antiguo; siguen los secanos, bordeados de cabezas blancos; y, poco antes del horizonte, se adivinan el Cerro Felío y el barranco del Mortero.

Y para acabar este recorrido, queda un último rincón al que acercarse: la Torre Vieja, situada en un extremo del pueblo, junto al Calvario y su ermita tardogótica y barroca. Es un resto de antiguos tiempos medievales, probablemente del siglo XIII, cuando ya estaba más que asentado el nuevo poder cristiano por todo el Bajo Aragón. Los sillares que ocuparon sus esquinas, tallados por canteros que dejaron en ellos sus marcas de fábrica, se encuentran repartidos entre los muretes del Calvario y la iglesia parroquial. Y sin embargo, allí sigue, gracias a la durísima argamasa de sus muros, con la mirada abierta al valle del Martín, testificando la vida en un pueblo por el que, como hemos dicho, no pasan las carreteras, terminan en él.

PINTURAS RUPESTRES: UNA LECCIÓN DE HISTORIA

Si alguna persona viajara por vez primera a Alacón y entrara por la vertiente sur, justo en el cruce de la carretera que, desde Oliete, se desvía hacia el pueblo, le llamaría la atención un cartel con el rótulo: pinturas rupestres. Su visita es inexcusable para entender las primeras huellas del arte prehistórico.

El Parque Cultural del Río Martín, al que pertenecen Alacón y otros siete municipios, ha nacido con el deseo de poner en valor y proteger el espléndido legado de pinturas rupestres de estas tierras a orillas del Martín. Su labor no sólo ha obtenido numerosos logros científicos, sino que ha servido para desempolvar otros muchos atractivos culturales y medioambientales de la zona. A, por ejemplo, hoy el nombre de Alacón suena, al menos sobre el papel, y son varias las publicaciones que hablan de sus bodegas y de unas pinturas que, al fin y al cabo, son Patrimonio de la Humanidad.

Supongamos que los pueblos, o los grupos humanos, tienen un periodo de especial esplendor en su historia, algo similar a esos 10 minutos de gloria que Warhol proponía para cada uno de nosotros. En tal caso, a Alacón le corresponderían unos cuantos miles de años, aunque para eso haya que remontarse a la Prehistoria. Fue mucho después de los fríos glaciares, en torno al Neolítico y, posiblemente, hasta la Edad del Bronce, cuando una cultura de raíz cazadora y recolectora sacralizó el barranco del Mortero de Alacón.

Lo hizo a lo largo de milenios, disponiendo unas cuantas capillas en su cabecera y cerca del final de sus cantiles rocosos, en torno al Cerro Felío. Son más de una docena de covachos con cientos de motivos pintados. En ellos aparecen personajes sentados igual que dioses, recolectores de miel, jinetes, posibles agricultores, danzantes y, sobre todo, arqueros, calmados o corriendo, solitarios o en grupos de caza y escenas rituales (tal vez de guerra), y muchos animales: ciervos y ciervas, cabras y machos cabríos, asnos salvajes, bóvidos. A veces son sólo signos y otras, manchas indescifrables o incompletas. Se trata de una de las acumulaciones de pinturas levantinas más importantes del arco mediterráneo peninsular, en la que tampoco faltan representaciones del denominado arte esquemático.

Nos gusta imaginar que encierran narraciones cuyos textos hemos olvidado, historias que explicaban el origen de las sociedades que las generaron y justificaban su presencia en el lugar. Pero para interpretarlas parece mejor acudir a los especialistas, como el profesor D. Antonio Beltrán, que lleva toda una vida estudiándolas, y D. José Royo, padre del parque cultural, quienes han hecho una inmensa labor por la conservación, estudio y difusión de este patrimonio y con quienes Alacón está en deuda.

El primero de ellos, en un artículo aparecido en Heraldo de Aragón el día 12 de junio de 1994, se refería a la importancia de la Cueva del Tío Garroso y homenajeaba así a su figura central:

“Cuando buscamos un tipo "aragonés" prehistórico símbolo del de todos los tiempos se nos ocurre acudir al que domina la cueva del tío Garroso, en el Cerro Felío, marchando impetuosamente hacia la derecha, tanto que las piernas se presentan en una horizontal, con amplios zargüelles cortados por unas polainas o por ataduras, con generosa melena sujeta a las sienes por una diadema, llevando en las manos dos flechas con las puntas en forma de arpón hacia adelante y las emplumaduras que garanticen la dirección del disparo hacia atrás. Lástima que no figuren acompañando al amplio pecho, a los señalados hombros, al delgado cuello, rasgos faciales, porque estaríamos ante el retrato del alaconero más antiguo que conocemos. Aun así, con el misterio de sus rasgos escondidos ahí está, en la pared del covacha, la imagen de uno de nuestros abuelos en el inicio de nuestra historia gráfica".

Parece difícil mejorar esta descripción. Este famoso cazador figura en el logotipo del Parque Cultural.

Para visitar esta emblemática figura y las otras pinturas hay que contactar con los guías locales, los que también podrán informar al viajero de la señalización de una ruta por el cauce del barranco del Mortero para empaparse de un escenario casi prehistórico, que sigue manteniendo esa esencia de santuario abierto en la Madre Tierra.

Es territorio del buitre y de multitud de especies animales que encuentran refugio en estos roquedos. Allí también aparecen, pegados a las rocas, los viejos apriscos para el ganado, algunos todavía en uso, en lo que constituye un magnífico ejemplo de ocupación continuada en el tiempo, que va mucho más allá de la presencia de nuestra especie, pues estos parajes dieron cobijo a un grupo de neandertales que anduvo por aquí hace unos 50.000 años. En el covacho de las Eudoviges, en pleno Cerro Felío, se comieron un rinoceronte y otras piezas de caza de la época. Es también el lugar donde se han encontrado los restos de los primeros alaconeros: tres personas que fueron enterradas en la Cueva Hipólito hace ahora unos 4.000 años.

El barranco del Mortero desemboca en otro mayor, el de la Muela, al que se arriman algunos yacimientos ibéricos (El Castelluelo y Las Suertes) y por el que se extiende desde antaño la huerta. En el punto inicial de este regadío se encuentra la balsa de San Miguel, hecha en piedra, con su ermita, barroca y popular, bendiciendo el lugar con su presencia y un enigmático caño, que los de Alacón debieron de picar para potenciar el manantial. De la balsa parte otra de las rutas señalizadas por el Parque Cultural del Río Martín, la que se interna por huertas siguiendo un reguero de fuentes y balsas. Desde aquí también se obtiene una de las panorámicas más fotogénicas de Alacón, en la que aparece apenas recortado en el monte, con todas sus bodegas horadando la ladera.

LAS BODEGAS, DONDE EL TIEMPO SE DETIENE

Si ese mismo viajero al que aludimos en el apartado anterior accediera a Alacón por su lado norte, le llamarían poderosamente la atención los agujeros excavados en la ladera de El Castillo, esa ladera de la mágica colina a la que antes aludíamos. Mágica por el ritual de su interior y fotogénica, porque vista desde la huerta y las eras la silueta de Alacón resplandece.

Justo debajo de El Castillo, aparecen horadadas en la ladera las famosas bodegas de Alacón. Son aproximadamente medio millar, contando unas pocas que ocupan un cabezo aledaño, excavadas en mantos arcillosos y de arenisca y ordenadas en hileras o retas que siguen curvas de nivel. Prácticamente todas ellas están en uso. Hay quien todavía pisa en el suelo las uvas, otros emplean sólo la prensa, pero el mosto sigue escurriendo hasta la trujaleta, desde donde se traslada a los viejos trujales de obra o, más recientemente, de acero inoxidable para que fermente.

Los caldos que se elaboran en Alacón nada tienen que ver con el buqué de los vinos comerciales, a pesar de ser intensamente frutales. Sus 16 ó 17 grados los marginan al mundo de lo artesanal, pero a su vez les imprimen un sello de autenticidad. Entrar en estas bodegas tiene algo de ritual: el paso inseguro de quien es forastero; el gesto de agachar la cabeza; el hecho de dar la luz y verse dentro de una cueva excavada a pico; la sensación térmica, de frío o de calor, que proporciona una temperatura constante, en contraste con la del exterior; la limpieza del coco (en realidad, media cáscara de coco) y la primera cata de vino joven, compartida siempre con los demás. En algunas de estas bodegas se pueden encontrar vinos de más de 30 años, rarezas etnográficas que se sirven al final de una cena y que rememoran una boda, un nacimiento o un bautizo, una fecha muy señalada para la que se reservó el mejor vino de aquel año, creando así una madre que ha ido recibiendo las mejores añadas desde entonces. Son procesos ancestrales en los que aún se tienen en cuenta las fases de la luna.

Cada bodega alberga una historia, tejida con sudor y lágrimas, entremezclada con cánticos de fiesta y susurros de miedo. Las bodegas también sirvieron en los tiempos turbulentos de la guerra civil como refugio seguro. Todavía cuentan nuestros padres, al igual que contaban nuestros abuelos, que cuando tocaban las campanas, señal inequívoca de que la aviación (siempre enemiga) llegaba cargada de bombas, todas las familias del pueblo se escondían rápidamente en las bodegas y allí, a oscuras siempre, apretados los niños contra los pechos de las madres, aguardaban a que el ruido pasara y de nuevo se instaurara la calma.

Maestría de elaboración artesanal del vino, arte de excavar la roca arenisca a pico y ritualización de la fiesta constituyen ingredientes que provocan la contemplación inocente del paso del tiempo, los debates sobre lo divino y lo humano y la exaltación de la amistad, siempre compartiendo bocao y trago, dejando atrás las vicisitudes de la vida cotidiana.

ALACÓN

(situado en un cerro que se alza en la confluencia de los barrancos de la Muela y del Mortero)

Superficie Municipal:

47 km2

Superficie cultivada

2.432 Ha.

Superficie regadío

151 Ha.

Prados y pastizales

0 Ha.

Superficie forestal

452 Ha.

Altitud del núcleo principal:

702 m

Distancia a Teruel:

118 km

Distancia a Zaragoza:

98 km

Distancia a Andorra:

30 km

Gentilicio:

Alaconeros, alaconenses

Población :

444

Población de derecho ocupada según sector económico (1991):

Agricultura 58,9 %

Inds. extractivas. 5,6 %

Inds. Manufacturera. 6,5 %

Agua/electric. 0.8 %

Construcción. 9,7 %

Servicios. 18,5%

Corporación Municipal:

7 concejales. Alcalde: Bautista Blasco Ferrer (PP)

Hosteleria:

1 alojamiento rural municipal (Bar)

Patrimonio Artístico:

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (siglo XVII). Torre Vieja (Torreón medieval). Puertas de acceso del recinto amurallado. centro de Paleontología Francisco Andreu Burillo. Lavaderos tradicionales.

Otros Atractivos:

Las pinturas rupestres del barranco del Mortero y del Cerro Felio. Las numerosas fuentes y balsas del término municipal. Las bodegas excavadas en la roca.

Alacón pertenece a:

Comarca Andorra-Sierra de Arcos

Parque cultural del Río Martín.

Asociación para el desarrollo integral del Bajo Martín.

La Escuela:

Aula del C.R.A. de Muniesa

3 maestros fijos y algunos itinerantes

26 niños (hasta 12 años)

Empresas con más de 15 trabajadores:

Piedra natural de Alacón S.L.

Fiestas

17 de agosto, San Roque.

COMPARATIVA AUTONÓMICAS 2007-2003

MUNICIPIO ALACÓN


20072003
ELECTORES336357
VOTANTES286315
ABSTENCIONES5042
PARTICIPACIÓN85,12 %88,24
ABSTENCIÓN14,88 %11,76
VOTOS NULOS15
VOTOS EN BLANCO811
VOTOS A CANDIDATURA277299




20072003
PARTIDOVOTOSVOTOS
PSOE120114
PP9966
PAR44101
CHA1015
IU20



COMPARATIVA MUNICIPALES 2007-2003

MUNICIPIO ALACÓN


20072003
ELECTORES341361
VOTANTES294322
ABSTENCIONES4739
PARTICIPACIÓN86,22 %89,2 %
ABSTENCIÓN13,78 %10,8 %
VOTOS NULOS2115
VOTOS EN BLANCO96
VOTOS A CANDIDATURA283301




2007200720032003
PARTIDOVOTOSCONCEJALESVOTOSCONCEJALES
PP1494--
PSOE13431313



    FOTOGRAFÍAS

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    Entrada al pueblo de Alacón.

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    Parroquia Nuestra Sra. De la Asunción.

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    Bodega típica.

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    Bodega típica.

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    Ayuntamiento

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    Portal del Castillo.




Conocimiento y aprovechamiento del Patrimonio socio-cultural

Nombre de la población.

Alacón

Nombre de sus accidentes geográficos.

Barrancos: Barranco Ruidero, Barranco de la Muela o Regatillo, barranquillos. Los diez que hay en la zona del Barranco Mortero: Mortero, La Paja, Vicen, La cueva Aujereada, La Olivarda, El Boi, Antón, María, Corto y Pellejas.

Vales (llanuras de tierra entre montes o alturas, cuenca de un río): Valchines tosa, La Valalta, Val del agua, Valdejunco, val de balsa nueva, Hoya de Gabarda, Val de Ariño.

Nombre de sus términos o jurisdicciones.

Nombre de sus calles.

Geografía local:

Croquis, apunte, plano de la zona urbanizada.

Croquis, apunte de la zona rural, por barios, etc.

Poblaciones con las que se relaciona.

Dotación de aguas.

Manantial fuente de San Miguel. Agua dulce con un grado de mineralización medio. Los valores de dureza indican que es un agua muy dura.

Sociología local:

Individuos.

Inmigración.

Grupos marginados.

Historia local:

Santos patronos.

Edificios/ casas tradicionales.

Bandos tradicionales del pueblo / ciudad.

Costumbres electorales.

Modo de actuar en las sesiones.

Arqueología local:

Edificios/ construcciones. Monumentos.

Otros objetos.

Tipos de cruces más usuales de la población. Existencia de relicarios. Imaginería religiosas. Civil.

Retratos.

Economía local:

Producción principal del pueblo, ciudad, barrio, etc

Recolección .

Aspectos cooperativos.

Derecho consuetudinario de la población:

Derecho de propiedad.

Arrendamientos.

Obreros.

Obreros cualificados.

Prestamos.

Derecho de contratación.

Régimen local:

Servicios.

Rentas.

Etnología de la población:

Costumbres más comunes.

    Costumbres relativas a los casamientos.

    Costumbres relativas a la familia ..

    Costumbres conmemorativas y/o ceremoniales (fiesta mayor de carácter anual). .

    Costumbres coloquiales, expresiones, dichos, formas de saludo, canciones populares…

Costumbres relativas a las enfermedades.

Costumbres mortuorias.

Aspectos folklóricos:

Rondas nocturnas.

Pasacalles.

Rondas diurnas.

Carreras. Barra. Cucañas. Carreras de caballos. Toro de fuego, ensogado, etc. vaquillas. Bailes. Verbenas.

Otros.

    Antipatías de la población:

Enemistad colectiva.

Manifestaciones de desagravio.

Supersticiones.

Tratos de dureza o de crueldad.

Lacras predominantes de la localidad. Moralidad de la localidad.

Otras. cuestiones a considerar.


“Boletines de Cultura e Información” de CELAN.

“La Comarca Andorra-Sierra de Arcos” de CELAN. Cuadernos comarcanos nº 1.

Blog de Pascual Lecina.

“El Monasterio del Olivar y pueblos aledaños” de José Altaba Escorihuela.

"El pedestrismo en Aragón", editado por la Diputación General de Aragón. Zaragoza, 1987.

El Agua, Vida y Paisaje en las comarcas de Andorra-Sierra de Arcos y del Bajo Martín”, CELAN, CEBM y ADIBAMA. 2007.



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